En 1520, regresaba de Roma, el utrerano Antonio de Barreda con la intencion de fundar un templo donde dedicarse al rezo y la meditación siguiendo el estilo de vida de los ermitaños.
Para hablar del joyero que guarda el tesoro más querido de los utreranos, tenemos que viajar atrás en el tiempo para poner la mirada en el año 1520. En ese año, mientras Lutero promueve la reforma protestante, regresaba de una peregrinación a Roma con un privilegio del Papa León X, el utrerano Antonio de Barreda, quien había decidido dedicarse al rezo y la meditación y que al igual que San Pablo de la Tebaida, decidió ubicar su ermita en el enclave donde coincidieran un pozo y una palmera, condición que encontró a un kilómetro de Utrera.
Este, es el origen del actual Santuario de Consolación, aunque ni mucho menos, se trataba del fastuoso templo que encontramos en nuestros días cuando visitamos a la patrona de Utrera. La entonces ermita de los monjes, como se le llegó a conocer, era un edificio muy pequeño con dos habitaciones blanqueadas y un techo de paja donde se le daba culto a un cuadro de la Anunciación de la Virgen al que Antonio de Barreda llamó Ntra. Sra. de Consolación, motivo por el cual las primeras celebraciones de esta advocación eran el 25 de marzo, día de la Anunciación.
Los comienzos de la devoción a la Virgen de Consolación se encuentran en torno a un lienzo de la Anunciación de la Virgen, y su fiesta principal era el 25 de marzo.
El siguiente paso para conocer la evolución de esa pequeña capilla al santuario que conocemos, viene cuando uno de los monjes ermitaños que acompañaban al ya citado Barreda, se percata que los utreranos acudían a visitar el templo para rezar ante el lienzo pero que no era suficiente para que la devoción a la Santísima Virgen, llegase a todos los rincones de la campiña, por lo que, aprovechando la estancia del visitador del arzobispo en Utrera, solicitó de su intercesión ante las monjas del convento de la Antigua, para que le cedieran una imagen de la Virgen María, cosa que sucedió cuando las religiosas, ofrecieron una talla gótica que recibieron en 1507 por donación de Marina Ruiz y que las monjas, pusieron en un altar poco adornado porque la titular.
37 años estuvieron los ermitaños dejaron la pequeña capilla con motivo de la llegada en 1557 a ésta de la Orden de Frailes Carmelitas que decidieron instalarse en este templo y que al año debido a las incomodidades que suponía ir de Consolación a Utrera, abandonaron la ermita para mudarse a un convento en la Vereda, dejando en ella todas las posesiones de la Virgen y la propia imagen, que según testimonios del historiador Rodrigo Caro, apareció en alguna ocasión, tirada en el suelo, fruto de los actos vandálicos y que propiciaron a que una familia devota, decidiera trasladar a la Virgen de Consolación a su casa el tiempo que la iglesia permaneciera abandonada, hecho que duró tan solo 22 meses, cuando en el templo fundado hace hoy 500 años, se instaló el fraile portugués, Fray Antonio de Santa María que estaba muy ligado desde pequeño a los Mínimos, pero esta historia y la de la Orden de San Francisco de Paula no es más que otro capítulo de la amplia vida devocional de la Patrona de Utrera.